Los mejores vinos de pequeños productores de España - Vol. 1
- Irene S. y Julián Acebes
- 21 may
- 7 Min. de lectura

© Bodega y Viñedos Maires
En los márgenes del mapa vitivinícola español, lejos de los focos y las grandes producciones, florecen proyectos singulares que entienden el vino como una forma de expresión y arraigo. Pequeños productores que trabajan con sus propias manos, que cuidan el viñedo como quien cuida una historia, y que embotellan no solo calidad, sino también paisaje, memoria y verdad.
Este primer volumen reúne algunos de los mejores vinos de pequeños productores de España, proyectos que reivindican lo artesanal y lo local frente a la estandarización. Desde zonas históricas hasta rincones inesperados, estas bodegas comparten una misma filosofía: hacer vinos honestos, con mínima intervención, identidad propia y un profundo respeto por la tierra que los vio nacer.
Si buscas descubrir la otra cara del vino español —la que no siempre aparece en las guías pero emociona en cada copa—, este recorrido es para ti. Aquí no hay estrategias de marketing ni etiquetas vacías: solo historias reales, personas comprometidas y viñas que hablan en voz baja, pero dejan huella.
En lo alto de la Serranía de Ronda, donde el paisaje cambia con la altitud y la historia se respira en cada piedra, Bodega Cózar ha vuelto a la vida como un homenaje a la tierra, al legado familiar y al vino sin artificios. Fundada en 1837, y desaparecida durante décadas, la bodega renace hoy gracias al impulso de un enólogo con una larga trayectoria en el sector y una firme vocación por la autenticidad.
La nueva etapa de Cózar comenzó con un Syrah de maceración carbónica y ha evolucionado hacia vinos más personales, como su elegante Petit Verdot o un Moscatel naturalmente dulce, elaborado con cepas centenarias a escasos metros del mar. Entre estas dos referencias, una colección de vinos marcada por la mínima intervención, el cultivo ecológico y el compromiso con el entorno.
Las viñas se cultivan entre 750 y 1.000 metros de altitud, con algunas de ellas también a nivel del mar, en parcelas que conviven con ovejas merinas grazalemeñas y se podan a mano. La diversidad de microclimas, desde zonas húmedas cercanas al Atlántico hasta parajes casi desérticos, se traduce en vinos con una personalidad única.
ESDIVINO, distribuidora madrileña especializada en pequeños productores, ha hecho de Cózar una de sus apuestas más fieles. Con sensibilidad, criterio y cercanía, Raquel Anento y Damián García acercan estos vinos sinceros al consumidor inquieto. Porque cuando el vino nace de la tierra y se elabora con respeto, no necesita adornos. Solo un lugar donde ser escuchado. Y en Madrid, ya lo ha encontrado.
Donde muchos solo veían el final de una historia, en Serranillos del Valle comenzó una nueva. Allí, en uno de los últimos vestigios vitícolas de la Comunidad de Madrid, nació en 2009 Bodega Punta de Flecha. Su objetivo: rescatar del olvido un viñedo de Garnacha plantado en 1940 y preservar la identidad de una tierra transformada por la urbanización y el paso del tiempo.
Lo que empezó como un acto de resistencia se ha convertido en uno de los proyectos más singulares del panorama vinícola madrileño. Hoy, Punta de Flecha cuida un mosaico de viñas viejas en pueblos como Batres, Carranque o Navalcarnero. Cepas en vaso, en secano, muchas centenarias, cultivadas sin agroquímicos y tratadas con preparados naturales. Una viticultura regenerativa y consciente, donde la observación sustituye a la intervención.
En bodega, la filosofía es clara: mínima manipulación, levaduras autóctonas y vinificaciones separadas por parcela. Así nacen vinos que hablan del terreno, del clima y de la historia. Desde el rosado Vinoleta hasta el blanco oxidativo Las Madres, cada etiqueta es una interpretación honesta del paisaje.
El tinto Punta de Flecha, elaborado con uvas del viñedo fundacional, es el corazón del proyecto: una Garnacha profunda, fermentada con pieles y criada en roble americano.
Gracias a ESDIVINO, distribuidora madrileña fiel aliada de los pequeños productores, sus botellas llegan a quienes buscan algo más: buscan verdad. Porque hay vinos que son, sobre todo, memoria líquida.
A veces, los proyectos más auténticos no hacen ruido: simplemente crecen, firmes, desde la raíz. Así nace Casa de la Nava, una joven bodega con alma vieja en pleno corazón de Valdepeñas. Fundada en 2021, su historia es mucho más antigua: comienza en 1949, cuando la familia Navarro plantó las primeras cepas de Cencibel y Airén en secano, confiando en la tierra antes que en las modas.
Hoy, con Manuel Navarro aún al frente del viñedo, esta pequeña bodega familiar reivindica la esencia de Valdepeñas con una viticultura basada en la observación, el respeto y la mínima intervención. Las viñas —algunas plantadas hace más de 70 años— se extienden por parcelas como "Media Legua" o "Tajoneras", donde suelos calizos, arenosos y arcillosos, unidos a un clima extremo, dan lugar a uvas concentradas y llenas de carácter.
En bodega, Casa de la Nava aplica una precisión técnica sorprendente para un proyecto tan pequeño: vendimias nocturnas, hielo seco en la molturación y fermentaciones controladas al detalle. Su blanco Airén Viñas Viejas, afinado en tinajas centenarias, y sus tintos de Cencibel —un Roble ágil y un Crianza profundo— son vinos que hablan de origen, de memoria y de futuro.
Desde Madrid, ESDIVINO acerca estos vinos únicos a quienes buscan autenticidad en cada copa. Casa de la Nava no solo recupera una tradición: la reinterpreta con honestidad y ambición. Porque en Valdepeñas, el pasado aún tiene mucho que decir.
En la tierra de la Tinta de Toro, donde el viñedo forma parte del paisaje y la memoria, nace en 2015 Bodega y Viñedos Maires. Detrás del proyecto están Fernando y Pablo, dos primos que decidieron rendir homenaje a sus raíces familiares —y al apellido que da nombre a la bodega— con una propuesta que combina tradición, identidad y un lenguaje propio.
Con 16 hectáreas de viñedo repartidas por distintos parajes de la D.O. Toro, Maires trabaja con cepas que en algunos casos superan el siglo de vida. Viñas en vaso, suelos variados y un clima extremo que se reflejan en vinos intensos y llenos de carácter. Aquí, cada parcela tiene algo que decir, y cada vino lo expresa con autenticidad.
Bajo la gama Ademán, la bodega articula sus vinos como una serie de gestos, asociados a la edad del viñedo y al estilo del vino. Desde Carabizal, un joven roble jugoso y fresco, hasta Valderanda, un crianza maduro y sedoso, la colección refleja el paso del tiempo en la vida y en el vino. Valdecarretas, con viñedos centenarios, detiene el tiempo en copa; y Adalia, su blanco de Verdejo, aporta frescura con profundidad.
La joya de la casa, Colección Privada, proviene de viñas prefiloxéricas y se elabora en biodinámico. Un vino que emociona desde el primer sorbo.
Distribuidos en Madrid exclusivamente por ESDIVINO, los vinos de Maires han encontrado un escaparate que comparte su filosofía: vinos que no solo se beben, también se sienten.
A contracorriente y con una firmeza tranquila, la bodega Vidal Soblechero ha construido desde La Seca una de las propuestas más auténticas de la D.O. Rueda. En un entorno donde el verdejo se ha convertido en sinónimo de velocidad y frescura inmediata, esta familia ha elegido otro camino: el del respeto al viñedo viejo, al trabajo artesanal y a una identidad que no necesita estridencias.
Desde que en 1995 Alicia y Vidal tomaran el relevo de los viñedos familiares, su proyecto —Pagos de Villavendimia— se ha consolidado como un verdadero refugio para la biodiversidad y la tradición bien entendida. Viñas en vaso, suelos diversos moldeados por el Duero y una filosofía ecológica que existía mucho antes de las certificaciones.
Sus vinos, como La Oxidativa, Finca El Alto o Salvaje, no solo desafían los clichés de la zona, sino que rescatan su historia líquida con una honestidad poco común. Blancos con crianza, vinos de flor, pasificados y elaboraciones con variedades casi olvidadas como la Prieto Picudo Blanca. Todos con una intención clara: expresar el alma de la tierra sin maquillajes.
ESDIVINO, con su proyecto de distribución y vinoteca especializada en Madrid, ha sabido reconocer la singularidad de Bodegas Vidal Soblechero y compartirla con quienes buscan vinos con alma. Raquel Anento y Damián García no solo seleccionan etiquetas, seleccionan historias. Y la de los Soblechero es de las que vale la pena descorchar con calma. Porque hay vinos que no se imponen, pero se quedan para siempre.
Hay bodegas que no necesitan grandes alardes para hacerse un hueco en la memoria del aficionado. Basta una copa, una historia bien contada y un vino que sepa hablar por sí solo. Así es Bodegas y Viñedos Eguíluz, un proyecto familiar que desde 1982 elabora vinos con alma en Ábalos, uno de los enclaves más simbólicos de la Sonsierra riojana.
Lo que comenzó con Javier Eguíluz como una pequeña bodega dedicada a preservar la tradición del Rioja más auténtico, hoy continúa con su hijo Israel, enólogo e ingeniero, que ha sumado técnica y visión sin renunciar al legado recibido. Padre e hijo forman un tándem perfecto donde el pasado y el presente se entrelazan con naturalidad.
Las uvas proceden de viñedos propios situados entre Ábalos, San Vicente y Labastida, con cepas plantadas en altura y sobre suelos arcillocalcáreos. Aquí, el clima atlántico y la vendimia manual permiten obtener vinos expresivos, frescos y llenos de identidad.
En bodega, se pisa aún la uva a la antigua, en lagares de hormigón, y se fermenta con mínima intervención. El resultado es una gama coherente y emocionante: desde un Joven honesto y frutal hasta un Reserva elegante y profundo, pasando por selecciones parcelarias como Carrapeciña o Las Preferidas.
Gracias a ESDIVINO, distribuidora madrileña especializada en pequeños productores, los vinos de Eguíluz llegan a Madrid con la misma cercanía con la que fueron concebidos. Un Rioja de verdad, hecho con tiempo, raíces y respeto.
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