Casting de sillas incómodas: el ranking de terrazas con el peor mobiliario de Madrid
- Roberto Buscapé
- 12 ago
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 8 sept

Madrid en verano: ciudad de terrazas con encanto, vistas impresionantes y… sillas que conspiran contra tu trasero. En esta piel de toro que cocemos al sol tórrido, el postureo manda, pero la ergonomía está de baja indefinida. Entre tragos y tapas, hay terrazas que presumen de estética minimalista o de cristal, mientras que tu espalda, esa traicionera, pide auxilio desde el segundo asiento. Este artículo viene al rescate: una radiografía sin anestesia del mobiliario más sádico que puedas encontrar en Madrid, ese que convierte un gin tonic en una sesión de abrazoterapia lumbar no solicitada.
Huir de sillas incómodas debería ser deporte nacional. Pero no: la ciudad brota de terrazas tan fotogénicas como traicioneras. Hay bancos que parecen esculturas para observar, no para sentarse, taburetes tan altos que te hacen replantearte el yoga invertido, y sillas metálicas que, dependiendo de la temperatura, te dejan en carne viva o en congelación exprés. Y sí, hemos buceado en reseñas, foros y comentarios de foráneos que, entre sorbo y sorbo, han susurrado palabras como “insoportable”, “doloroso” o —nuestra favorita— “tormento urbano”.
Por eso, lector gourmet y masoquista ocasional, hemos reunido un ranking de terrazas madrileñas donde sentarse es un reto épico; un casting de sillas, taburetes y bancos de piedra que transforman cada minuto de sobremesa en un ejercicio de resistencia. Lo visual y fotogénico puede esperar: aquí va una crónica mordaz, sensorial y divertida sobre cómo el diseño rompe cuerpos —y cómo tú, con cojín en mano, puedes aspirar a sobrevivir.
En lo más leve del ranking encontramos la terraza del Filandón, donde la ausencia de reposabrazos transforma la experiencia en una coreografía involuntaria: brazos al aire, hombros tensos y la imposibilidad de dejar caer naturalidad alguna. Visualizas la postura: rigidez en la zona lumbar, dedos temblando por el contacto prolongado, y una sensación persistente de que los glúteos amenazan con declararse en huelga. “Llévate un cojín”, es la Biblia no escrita de esta mesa.
Subiendo en la escala de tortura —pero solo un poquito— están esas dichosas sillas de la terraza del Warehouse. Una reseña de Tripadvisor lo clava: “Sillas metálicas para aguantar 10 minutos y...”. Esa es la promesa: diez minutos de resistencia antes de que empiece el calvario lumbar. Sentarse aquí te lanza un mensaje claro: “Si vas a quedarte, al menos que sea breve como un chiste malo”. El metal absorbe calores infernales en verano y los enfila al culote con precisión de francotirador, o se enfría lo suficiente en invierno como para que sientas que te han sentado sobre el mostrador de una pescadería.
Más arriba —en cuestión de brutalidad— se hallan las “sillas Toledo”. Si has visto el viral de TikTok, sabrás que esas estructuras cromadas son “castigos cromados”: chirrían con cada movimiento, y te queman o te congelan según cambie el clima, sin aviso ni prevención alguna. Sentarte en una de esas es pasar del postureo a la penitencia en cuestión de segundos: una comedia dolorosa que ni Almodóvar habría dirigido con tanto dramatismo lumbar.
Y coronando este macabro ranking están las terrazas que optan por bancos de piedra o mobiliario minimalista tan fotogénico como hostil. Estéticos, sí, concebidos para gustar a los ojos de Instagram, pero diseñados para asesinar tras dos copas. La presión sobre la columna lumbar se concentra como si fuera una manzana madura, el frío de la piedra escuece, y la posición impide cualquier respiro: solo te queda adoptar la postura fetal o huir por piernas. Ni los modelos más resistentes sobreviven más de cinco minutos sin arrepentimiento.
Nuestro consejo (irónico, pero útil): lleva un cojín de verdad —o uno clandestino— como tu mejor aliado. Si detectas sillas metálicas estilizadas o bancos minimalistas, cambia de silla o sobrevístete con almohadón propio. ¿Y la reflexión final? Pues que en Madrid muchas veces se premia más la imagen que el descanso digno. Pero la comodidad es el verdadero lujo, y una terraza bien diseñada enamora sin traicionar la anatomía. Así que, querido lector, apuesta por el confort: haz del cojín tu mejor accesorio. ¡Y que tu trasero viva para contar otra crónica!






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